Causas de la crisis ambiental
Dr. Alejandro Lamadrid Ubillus.
DERECHO AMBIENTAL CONTEMPORÁNEO CRISIS Y DESAFÍOS
1.2 CAUSAS DE LA CRISIS AMBIENTAL
Dentro de este contexto resulta, por tanto, un deber de honestidad académica explicar cuáles son los factores que han in-fluido e influyen poderosamente en la caracterización de la referida "crisis" ambiental. Para efectos del presente capítulo, hemos considerado oportuno anotar como principales causas a las siguientes: crisis de conciencia ambiental, contaminación, degradación y depredación ambientales.
1.2.1. CRISIS DE LA CONCIENCIA AMBIENTAL
Es el principal factor contributivo de la crisis. Tal y como decíamos al inicio, la crisis ambiental no es un problema de agotamiento y degeneración de recursos, sino de conciencia ambiental.
Esta afirmación; en efecto, se funda en numerosas razones. Una de ellas se basa en la falta de capacidad del hombre moderno para conservar su propio hábitat. Desde aquel que arroja desperdicios, pasando por las industrias que contaminan sin piedad los cielos, el aire y el mar, hasta llegar a las grandes naciones que se niegan a la unión de alianzas en pro del ambiente, temiendo que ello retrase sus economías; muy pocos son los que se atreven a apostar por su propio hábitat. Ninguno de los casos presentados asume este problema como suyo. Todos creen que la destrucción del planeta se halla muy lejos. Sin embargo, los actuales estudios y noticias sobre impacto ambiental son realmente sobrecogedores.
Sin embargo hubo un largo tiempo en el pasado, en que el hombre se sintió parte de la madre naturaleza y la respeto como tal. Son ilustrativas las palabras de VALLS al respecto: "El hombre siempre tuvo conciencia de su dependencia del ambiente. Todas las culturas primitivas temían a los elementos naturales, los deidificaban, les ofrecían sacrificios para la preservación de su ambiente natural. Así lo demuestra el culto de la 'Pachamama' en nuestra América, el de `Gea y Demeter en Grecia, el de `Cenes' en Roma y las enseñanzas de Confucio y Lao Tsé en el Antiguo Oriente asiáticos [...}. El hombre nunca debió interpretar que podía hacer lo que quisiera con el planeta Una opinión similar la tenemos en el autor mexicano RAUL BRAÑES, quien al respecto refiere:
"El Derecho ambiental es tan antiguo como la humanidad, por-que la norma jurídica en este campo hace su aparición en las comunidades primitivas, en donde había una idea muy clara sobre las relaciones de mutua dependencia 'hombre-naturaleza'. Sin embargo, el progresivo dominio del hombre sobre la naturaleza, hizo caer en el olvido uno de los extremos de esa relación, de-terminando que la regla de Derecho ambiental fuera perdiendo importancia y en muchos casos desapareciera".
VALLS continúa su asombrosa narración enfatizando: "Criando el hombre quiso destruir a un pueblo destruyó su ambiente. Los cartagineses no alcanzaron a destruir Roma, pero destruyeron su campiña, y con ello, la base republicana de su sociedad. Roma, en cambio, arrasó los campos de Cartago y borró su civilización. Cuando los mongoles destruyeron las obras hidráulicas de Korasán, suprimieron para siempre una civilización. Lo hizo el conquistador español con los sistemas de riego incaicos y aztecas". Posteriormente este autor señala: "También el hombre americano tuvo siempre presente su relación con el ambiente [...].Manco Cápac fundó el Cuzco en el lugar en que se enterró su vara. Tenoch fundó Tenochtitlán (hoy Ciudad de México), en el lugar que el águila devoró a la serpiente y se posó sobre un nopal[...].Vélez Sarfield incorporó al Código Civil las normas ambientales que consideró adecuadas y siempre tuvo presente la variable ambiental[...]
El autor peruano FERNANDO DE TRAZEGNIES, nos relata: "Los antiguos romanos, con esa sabiduría jurídica que todavía nos asombra, habían previsto la posibilidad de responsabilidades, cuyo causante no pudiera ser determinado individualmente, como en el caso de la actio de deiectis vel effusis: si de la ventana de una casa una persona anónima arrojaba agua sucia u otros desperdicios a la calle (lo que podía ser muy frecuente en una sociedad sin una red pública de desagüe), el peatón que resultaba desagradablemente mojado podía demandar a cualquiera de los habitantes de la casa, sin tener que precisar quién había sido el que efectivamente causó el-daño[...] lo interesante no era la forma concreta y pintoresca de causar el daño, sino el principio de responsabilidad difusa que ahora vuelve a cobrar interés en el caso del medioambiente[...] pues las actuales fábricas suelen arrojar también sus excrementos al aire o a los ríos y mares, sin preocuparse de a quién le caiga el problema".
Dentro de este contexto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que siempre ha existido una conciencia ambiental, el problema es que la misma se encuentra sumida en una profunda crisis existencial, producto de la negligencia e irresponsabilidad del hombre contemporáneo. Estas se podrían fundar en numerosas razones, que sería prolijo detallar. Sin embargo, no sería ocioso citar algunas: la indolencia política, la ambición económica desmedida de las compañías estatales y privadas, la ignorancia y la desinformación popular, así como el fracaso de las políticas ambientales.
Un diáfano ejemplo de indolencia política y ambición desmedida lo tenemos, sin ir muy lejos, en el Perú de inicios del siglo pasado. Son ya famosos los humos de la Cerro de Pasco Copper Corporation, que afectaron la salud de los trabajadores y campesinos de la. Sierra central, que contaminaron las aguas, destruyeron los pastizales y desvalorizaron las propiedades de las comunidades y de los particulares. De poco o nada sirvieron las protestas y las movilizaciones de trabajadores y campesinos. Las comunidades se vieron, en la práctica, obligadas a malbaratar sus tierras y propiedades, y la Cerro de Pasco -además de expandir su explotación minera-, se convirtió también en una hacienda ganadera. Un negocio redondo, hecho sobre el empobrecimiento y muerte de trabajadores mineros, pobladores urbanos y carn-pesinos29. Esta asquerosa vorágine fue dramáticamente retratada en obras literarias de denuncia social, como la novela Redoble por Rancas del escritor peruano Manuel Scorza.
¿Y qué hizo el Estado para controlar y sancionar estos, que no eran pecados privados, sino crímenes públicos? Nada. Absolutamente nada, para sancionarlos. Tampoco creó una política que regulara la actividad minera y petrolera para preservar el ambiente y la vida de los trabajadores. Ni políticas ambientales, ni políticas sociales ni culturales; solo políticas represivas. Este era, pues, el papel fundamental del Estado oligárquico; papel que actualmente, en el Estado "democrático" en el que vivimos, no ha cambiado esencialmente mucho. En efecto, la exploración y explotación en las minas se han modernizado, pero el monto de la renta dejada en el país sigue siendo relativamente pequeña; la administración, la gestión y la distribución de esa diminuta renta en el territorio reproduce la ineficacia e injusticia de otros tiempos, los niveles de corrupción de los gobernantes y funcionarios se mantienen al tope, y la contaminación del ambiente es igualmente grave'''. Ello no hace más que confirmar que, en nuestro país, existe una legislación cómplice y hasta tuitiva para los señores explotadores, a quienes en su afán desmedido, interesado y mercantilista de amasar riqueza, fortuna y poder-, les importa poco la conservación de los recursos naturales y el medioambiente. Y es que como lo afirmara STUTZIN, hace ya más de tres décadas, no es fácil para un político abrazar la causa de la ecología.
Para este autor
"Cierto es que hay muchos políticos que usan conceptos y consignas ecológicos en sus declaraciones y discursos, pero las más de las veces lo hacen con los dedos cruzados, tampoco sacan, por lo general, las conclusiones que las premisas ecológicas sugieren y que son ciertamente incómodas y casi siempre incompatibles con los intereses que mueven los engranajes políticos".
En este contexto, tal y conforme lo estima TRAZEGNIES, dejar la lucha contra la contaminación solamente en manos del Estado puede no ser lo más eficiente, por variadas razones. De un lado, y dado que la maquinaria burocrática es lenta en su reacción, el control de la contaminación puede venir muy retrasado. Además, el Estado puede ser objeto de presión por los grandes consorcios privados que realizan actividades contaminantes, lo que hará aún más lenta la puesta en marcha de medidas reglamentarias para controlar la contaminación. De otro lado, si bien las empresas privadas son contaminadoras y el Estado puede actuar sobre ellas, dentro del mundo en que vivimos este tiene también un importante papel productor y, consecuentemente, contaminador. Poco puede esperarse de que sea el propio Estado quien se encargue directamente de controlarse a sí mismo (produciéndose de esta manera una nueva versión del ya viejo problema "¿qis custod custodes?"). En el Perú, tenemos ejemplos patentes de esta situación cuando comprobarnos que durante las dos últimas décadas los mayores contaminantes mineros y marinos han sido precisamente las empresas estatales de minería y pesquería.
Afortunadamente, el .Derecho ofrece otros remedios para la lucha contra el daño ambiental, además de las medidas administrativas propias del Estado. Ellas son conocidas como las acciones de tutela, configuradas como acciones para el acceso a la justicia ambiental y la defensa del ambiente, a saber: acciones de naturaleza civil, constitucional y administrativas; así como la denuncia por vía penal de ilícitos ambientales, por parte de cualquier ciudadano, que trataremos en su capítulo pertinente (Capítulo IV: "Tutela ambiental"). En ese sentido, nuestro sistema jurídico coloca en manos del individuo posibilidades muy grandes de luchar por sus derechos, sin necesidad de ejercer ningún cargo público ni tener ningún tipo de influencia ni amistades políticas. Sin embargo, la revisión de las armas legales para que t s do ciudadano pueda participar en la lucha de sus derechos ambientales, nos revela la existencia de un verdadero arsenal que se usa muy poco'''.
La conciencia ambiental en el Perú es muy débil, y ello se debe en buena cuenta a la ignorancia y desinformación del ciudadano de la calle. Lamentablemente, en países de tradición esta-lista como el nuestro, el individuo no encuentra un camino para defender sus derechos; y no solo por la desesperante burocracia estatal sino también por factores propios de su idiosincrasia, que conciben como un ente diminuto frente al Est do paternalista; piensa que no le queda otro medio de acción que aspirar a llegar al poder (si es político) o a que lo haga el partido de su simpatía (si no lo es), para que componga las cosas desde arriba. En cambio, desde abajo, desde la sociedad civil, no se puede hacer nada; salvo quizá colocar una perdida carta de protesta en algún diario o enviar un ineficaz ruego a algún congresista (si tiene acceso a alguno), para que pida una investigación sobre el particular. Es necesario, pues, revertir esta equivocada ideología de dejadez y falsas esperanzas. No podemos seguir esperando sentados la limosna de la gestión pública. El derecho al ambiente implica también el derecho a acceder a la información necesaria para protegerlo y protegerse contra riesgos, daños y perjuicios ambientales". Es necesario que los ciudadanos comprendan que la verdadera democracia consiste en la utilización de sus posibilidades previstas y consagradas por la Ley y la constitución. Los derechos fundamentales no se mendigan. Un país democrático supone una acción ciudadana, implica que ese llamado "hombre de la calle" ya sea individualmente o agrupado !n organizaciones representativas exija con energía que se respete aquello que considera su derecho. La acción privada ciudadana es un síntoma de salud democrática y de madurez cívica. Pero el fortalecimiento de la conciencia ambiental no solo se agota en la información y participación ciudadana. Fortalecer la conciencia ambiental implica trabajar en los dos pilares que por, siempre han permanecido olvidados en nuestra república: a educación y las instituciones sociales. Una educación y una familia sin la presencia de valores, es el perfecto semillero de la corrupción, de la delincuencia, del caos. Los peruanos hemos vivido pensando en nuestra propia incapacidad para generar consensos y adecuadas políticas, y hemos envejecido esperando líderes de calidad para todo ello. Sin embargo, hemos olvidado lo fundamental: la educación. Una educación de excelencia es capaz de formar líderes de excelencia. Lamentablemente, tal y corno ocurre en el tema ambiental, los hombres que nos han gobernado en el Perú, siempre han creído que la educación es un asunto de segundo plan. Nos hemos enfocado más en las consecuencias del problema: pobreza, corrupción, atraso, etc.; que en sus verdaderas causas: la educación y la conciencia cívica y moral de nuestra gente.
Necesitamos, pues, líderes, pero para ello es necesario implantar desde ahora una educación en valores, conciencia cívica y liderazgo. Muchos piensan que ello requiere tiempo. Pero ¿cuánto tiempo hemos perdido ya con el tipo de sistema manejado? El problema aquí es que siempre hemos vivido pensando en el presente, sin proyectarnos para nada al futuro. Nuestro egoísmo generacional no tiene límites. En el Perú han existido periodos inmejorables de bonanza económica, producto de la explotación de recursos naturales, que nunca fueron proyectados, sino simplemente consumidos por las generaciones de esos tiempos. El guano, el salitre, los recursos pesqueros y ahora los minerales, son solo ejemplos de la incapacidad, egoísmo y la corrupción política de los gobiernos de turno... y de la pasividad de nuestra población. Por ello es que resulta una necesidad urgente trabajar en la juventud de hoy, como parte de la reforma institucional del mañana. La promoción de la educación ambiental puede ser un arma eficaz para contribuir a la solución de todos estos males.
DEGRADACIÓN AMBIENTAL
Se entiende por degradación ambiental, a lapérdida progresiva de la aptitud de los recursos naturales para prestar bienes y servicios a la humanidad, así como la del medio físico para albergarnos en condiciones de vida y sanidad. La degradación ambiental se produce por contaminación del ambiente y también por la degradación de los recursos naturales. El objetivo de la utilización sostenible de los recursos naturales es evitar su destrucción a manos de estos dos grandes agentes de degradación. Y la legislación ambiental no es sino una herramienta normativa enderezada a tal fin.
Como habíamos adelantado, el mundo contemporáneo usa la naturaleza como nunca antes lo había hecho ninguna sociedad histórica. Ello ha originado de manera inevitable, un deterioro de las condiciones ambientales de vida, y si este deterioro no es controlado, se producirá -en algunos casos ya se viene produciendo- un efecto degenerativo de las condiciones de vida, que puede llevar al mundo de la abundancia a situaciones aún peo-res que la escasez. La biodiversidad está siendo deteriorada con mayor rapidez que en ningún momento desde la época de los dinosaurios (hace 65 millones de años). Se cree que el eje de la extinción está en los bosques tropicales. Unos diez millones de especies viven sobre la tierra, según las estimaciones más precisas, y los bosques tropicales albergan entre el 50 y el 90 por ciento de este total. Unos 17 millones de hectáreas de bosques tropicales -una superficie cuatro veces mayor que la de suiza- están siendo desmontadas anualmente y 'los científicos estiman que a ese ritmo alrededor del 5 al 10 por ciento de las especies de los bosques tropicales pueden verse confrontadas con la extinción en los próximos 30 años. El ritmo de destrucción de los bosques tropicales se está acelerando, y es probable que algunos bosques especialmente ricos en especies se vean destruidos en el curso de nuestra vida. Los mecanismos de deterioro de la biodiversidad serían los siguientes:
• Deterioro y fragmentación del hábitat; esto es, por deforestación para agricultura, desecación de humedales, contaminación de aguas marinas, alteración de ecosistemas de agua dulce por construcción de represas con fines de regulación de abastecimiento de agua y generación de electricidad.
• Introducción de especies exóticas; vale decir, que no son propias del lugar y que pueden apropiarse del nicho ecológico de las especies nativas.
• Explotación excesiva, más allá de la capacidad de regeneración o de carga biológica.
• Contaminación del suelo, agua y a litosfera. El suelo básicamente por el uso excesivo de pesticidas; el agua como cuerpo receptor de aguas residuales industriales o mineras, no tratadas previamente a su descarga; y el aire por humos industriales y emanaciones agropecuarias.
• Modificación del clima mundial por el efecto invernadero y el fenómeno del calentamiento global del planeta, donde cada grado centígrado de incremento desplazará los límites de tolerancia de las especies terrestres unos 125 kilómetros hacia los polos o, verticalmente, a un ascenso de 150 metros en las montañas y muchas no estarán en condiciones de redistribuirse.
A su vez, las causas del deterioro serían las siguientes:
· Aceleración insostenible del crecimiento de la población y del consumo de recursos naturales.
· Un espectro cada vez más reducido de productos agrícolas, forestales y pesqueros comercializados.
· Sistemas y políticas económicas que no atribuyen el debido valor al medioambiente y sus recursos.
· Desigual distribución de la propiedad y la pobre gestión y por la conservación de los recursos biológicos.
· Insuficiencia de conocimientos y fallas en la aplicación de los mismos.
· Sistemas jurídicos e institucionales que promueven una explotación no sostenible.
Debido a las complejas relaciones de interdependencia que existen entre los recursos y elementos naturales con el medio físico y las actividades humanas, la degradación suele tener efectos en cadena. Así, por ejemplo, si por una mala práctica agrícola las tierras de cultivo se erosionar, el material trasladado no solo perjudica la fertilidad del suelo (degradación de la tierra), sino que al llegar a un río lo contamina con sedimentos que dañarán el agua que usa para beber; así se verá perjudicada la flora y la fauna que viven en el río; se causará perjuicios a las paletas de las turbinas de las hidroeléctricas por su efecto abrasivo; se perjudicará cauce, en cuyo cieno encallarán las embarcaciones; las aguas turbias dejarán de usarse para fines recreativos, etc. Corno vemos, en estos casos la aptitud para prestar bienes a la humanidad (agua para beber y pesca) y los servicios (hidroenergía, navegación, recreación) han sido sensiblemente afectados. Eso es degradación.
DEPREDACIÓN AMBIENTAL La depredación ambiental está referida al uso no sostenible de los recursos naturales renovables, es decir, aquel que excede la capacidad de carga del recurso, impidiendo su capacidad de regeneración por resiliencia. Comprende la decapitación de tierras agrícolas para fabricación de ladrillos y similares; la deforestación, la caza furtiva y extracción indiscriminada de fauna y flora, la destrucción del paisaje y las bellezas escénicas, así como de sus valores culturales asociados, entre otros. Aplicado a los recursos no renovables, supone un uso ineficiente y abusivo que provoca la sobreutilización de un recurso agotable, y/ o incluye el perjuicio de los componentes del ambiente, al explotarlos mediante la generación de impactos negativos por encima de su capacidad de absorción. Por ser el Perú un país que sustenta sus posibilidades de desarrollo en el aprovechamiento primario de los recursos naturales, la depredación ambiental debe ser materia de rigurosa regulación legal y de acuciosa fiscalización.
TOMA DE POSICIÓN RESPECTO A LA CRISIS
La tesis que intentamos sostener, parte por reconocer que siempre ha existido una conciencia ambiental, el problema es que la misma se halla sumida en una profunda crisis, producto de la negligencia e irresponsabilidad del hombre contemporáneo. Esta no es ajena a la crisis mundial por la cual atraviesan los valores. Así, tenemos que la crisis ambiental no sólo es una crisis de recursos, sino también, y en muy buena cuenta, de valores ambientales. ¿Hasta cuándo el hombre se dará cuenta de que la degradación del planeta, más que a causas fortuitas, obedece a su consumismo irracional? ¿Cuánto tiempo más necesitamos para comprenderlo? ¿Se nos dará a nosotros ese tiempo? El ser humano de hoy ha mostrado una actitud soberbia, antropocentrista, ligada al progresismo y consumismo irracional, sin ningún tipo de sentimiento solidario, ni para con las demás especies que integran el medioambiente ni para con los demás seres humanos. Se ha introducido la violencia, el egoísmo, la competitividad destructiva, la apatía política. Se ha olvidado de que el ser humano pertenece al ambiente y no viceversa. El intentar cambiar o malinterpretar esta ley natural de la vida es, en mi opinión, la primigenia fuente de la crisis". Los recursos pueden agotarse hoy y mañana volver a renovarse, si es que una actitud ambiental responsable lo permitiera. Pero como vemos hasta ahora, ello es poco probable.
El debate sobre la era ambiental está alcanzando dimensiones universales. El buscar el desarrollo económico a toda costa lo que sin duda nos ha traído deslumbrantes adelantos y beneficios, puede terminar siendo el origen de nuestra ruina.
Sin perjuicio de lo dicho, no me considero, sin embargo, un ecologista extremista, regresivo, partidario a su vez de una ecología radical, pesimista, enemiga de toda expansión tecnológica y económica. Concuerdo con TRAZEGNIES en que ser conservacionista no significa ser conservador en el sentido de pretender que nada cambie, o lo que es peor, remontarnos a una época premoderna, adoptando una posición contraria al mercado, al progreso tecno-lógico o al mundo occidental. Tener una conciencia conservacionista no quiere decir apostar por el pasado sino por el futuro; no implica marchar hacia atrás sino llevar todo hacia delante; llevar el mundo hacia posibilidades más extraordinarias para el hombre. Por otro lado, no se puede tampoco negar toda una evolución cultural del género humano, proponiendo fórmulas austeras, ancestrales o andinas. Ello es naturalmente imposible por dos razones: primero, porque la historia no retrocede, y segundo, por la naturaleza perfectible y ambiciosa del ser humano: una naturaleza que no cede ante el conformismo, que siempre aspira a más". La diferencia entre perspectiva desarrollista y la conservacionista no, está, entonces, en que una apunte al progreso y la otra hacia la inacción; ambas quieren el cambio, el progreso. La diferencia consiste en que quizás un desarrollismo ingenuo no se da cuenta que, al descuidar una visión de conjunto del problema, no está generando el progreso, sino la destrucción del mañana.
Las interrogantes continúan con respecto al futuro incierto que nos espera, como principal especie contaminante en el mundo. ¿Hasta cuándo el planeta podrá ofrecernos sus recursos naturales de manera generosa, frente a este tipo de contaminación irracional? Reflexionemos pues: el egoísmo generacional puede llevarnos a intentar vivir ahora, a costa de la vida del mañana. Y no solo de nuestra vida sino, muy posiblemente, de la de nuestros descendientes.